g: mitología

[Microcuento] Primavera

12:32
Hades la miraba y ella adivinaba lo que estaba pensando. La primavera se acercaba. Con la cercanía de marzo, el ambiente en el Inframundo cambiaba. Thanatos y Hécate se quejaban de que tendrían que cuidar a un deprimido Hades y los jueces decían que su trabajo se duplicaba. Incluso Cerbero comenzaba a resentirlo. Pero no era todo tan malo, Perséfone había aprendido a escabullirse de su sobreprotectora madre y Hades cada vez aguantaba más el sol.


Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de octubre


Portrait of Pomegranate
g: cuentos de hadas

[Microcuento] Verdadero amor

14:18
El cambio que provocó el beso de verdadero amor fue increíble. La maldición se había roto y al fin era libre. Libre de matar a la princesa y convertirse en la reina que todos esperaban, de abandonar su hogar y gobernar un lugar del que nunca había escuchado. Libre de convertirse en una prisionera de un palacio de cristal. Sus padres, el príncipe y el verdadero amor la perjudicaron más que la bruja y su maldición.


Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de septiembre


Foto de Alice Popkorn
t: citas

Cita #09: Ιθάκη

10:45
Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.

Constantino Kavafis
g: incesto

[Cuento] Entre caníbales

19:16
Muerde, chupa. Sangra.

Habían esperado tanto por este encuentro. Por saber cómo sería tocar la piel del otro, por moverse juntos al mismo compás y sentir el sudor pegándose en sus cuerpos mientras se mezclaba entre ambos.

Lo habían deseado con tal intensidad, que difícilmente había algo que pudiera detenerlos justo ahora.

Come, bebe. Duele.

La simple noción de tener el cuerpo de su prima desnudo sobre el propio hacía que se excitara hasta perder el control. Más aun, era la pelea por el control. Ninguno lo cedería, sería ir en contra de su naturaleza.

Jadea, suspira. Mata.

Estar con él era diferente. Todos se rendían de inmediato, él no. Todos se sometían a su fuerza y sensualidad, él la provocaba más. El resto se intimidaba con su mirada de tormenta, él le sonreía mientras enfrentaba sus ojos. Era estrellarse con un espejo.

Siente, mira. Muere.

¿Sexo? Deseos de destruir y probar.

¿Satisfacción? Todas las quejas, mordidas y golpes; cada gota de sangre era una pequeña victoria.

Un juego de poder.

Juega, hiere. Envenena.

Uno contra uno, una lucha entre iguales.

Imposible doblegar a alguno. Orgullosos y altaneros, ninguno flaquearía. Su relación siempre sería igual. Destructiva hasta el fin. Dependiente aunque el otro no estuviera cerca. Enfermiza por definición.

Una eternidad...
Smoke 1
g: mitología

[Microcuento] La furia

19:01
La ira de los dioses comenzó a crecer e hizo a la tierra temblar. Avalanchas cayeron de las montañas más altas, volcanes dormidos despertaron, mares se elevaron, suelos se partieron y criaturas olvidadas tiempo atrás salieron de sus escondites. La furia arrasó con los reinos de los hombres, destruyó fortalezas y extinguió razas enteras. Los dioses no estaban sólo coléricos, estaban además cansados. Hartos de luchar en vano contra la estupidez.


Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de junio.




g: fantasía

[Microcuento] Viento

17:22
Dejé de hacer poemas, por temor al viento y su costumbre de arrancar las palabras y llevárselas con él. Comencé a pintar, dado que no podía escribir y arriesgarme a que un vendaval esparciera mis alucinaciones por el mundo. La pintura en cambio permanecería inmóvil, oculta si a así lo deseaba, y las visiones de monstruos y demonios estarían atrapadas por siempre en el lienzo. Fuera de mi cabeza y sin posibilidad de escapar.



Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de mayo.


Awaiting the Coming Storm

Foto por Patty
g: doppelgänger

[Cuento] (alter)Ego

14:09
Nota: Hoy es la noche de Walpurgis y esto es sólo una pequeña celebración.


Foto por Leanne Surfleet


Era inevitable mirarte en el espejo cada mañana mientras te arreglabas. Era lo normal, lo que toda persona hacía. Más tarde, en los baños de la oficina también te verías en él cuando te lavaras las manos y aprovecharas para arreglar tu peinado y el labial. Tampoco podrías evitarlo al caminar por la calle, cuando al pasar frente a una ventana o un escaparate te vieras de pasada, asegurando que cada cosa siguiera en su lugar.

El que una persona se viera varias veces al día era normal. El que a veces las imágenes de sí misma estuvieran distorsionadas, podía justificarse con ilusiones ópticas. No había nada extraordinario en ello, te dijiste la primera vez.

No era raro verte difusa cuando el rápido andar te impedía observarte detalladamente en el vidrio. Tampoco era extraño que cuando te veías de reojo, parecía que tu cara no tenía ni labios ni nariz ni ningún otro rasgo.

Es sólo una ilusión óptica, te repetías en cada ocasión. Y con más frecuencia últimamente. Es nada más que un juego de luces, te dijiste el día que observaste la sombra de una sonrisa en un rostro sin facciones. Es obra del alcohol, fue lo que pensaste cuando la sonrisa se amplió y los brillantes dientes llamaron tu atención.

Una amiga te preguntó por qué habías estado tan seria en los días pasados, un colega recalcó que ya casi no sonreías, qué te afectaba. Nada, era la respuesta, la vida seguía como siempre, sin sobresaltos ni preocupaciones. 

Hubo un momento en el que dejaste de considerarlo tu reflejo y casi sin pensarlo comenzaste a referirte a él como el ente del otro lado. Te había sonreído una mañana mientras te maquillabas. Era una sonrisa amplia en una cara plana, sin nariz ni ojos. Ni siquiera gritaste, solo guardaste las cosas y saliste a medio arreglar al trabajo. Evitaste mirarte durante el resto del día.

A la mañana siguiente el espejo había desaparecido, lo habías regalado a tu vecino. Mi hermano me hizo una broma con él, fue lo que pensaste esta vez. No había razón de alarma, sin él ya no habría imágenes extrañas.

Tu madre fue quien notó que algo no andaba bien, tus ojos habían dejado de brillar como acostumbraban. También tenías algo distinto, ¿no te habías golpeado la nariz? Parecía hinchada. No, no lo habías hecho, nada extraño había pasado. Entonces todo está bien, debe ser un efecto de la luz del comedor. 

Así era, todo estaba bien. El que hubieras esquivado cualquier superficie reflejante desde el incidente de la sonrisa era irrelevante.

Fue cuando las pesadillas comenzaron. Aunque ni siquiera parecían tales, eran sólo sueños en donde cada vez que mirabas tu reflejo en su lugar veías estática. Era como una televisión vieja sin señal. Te repetías que no era gran cosa, que era un temor absurdo. Pero no importaba cuántas veces trataras de tranquilizarte, el miedo sólo se incrementaba.

Dejaste de ir al baño en la oficina. La última vez habías estado distraída y te habías encontrado con el ente. Lo que había en el cristal eran tus facciones, indefinidas, pero tuyas sin duda alguna. No era el haberte visto lo que había hecho que salieras corriendo del baño dejando tu bolsa atrás. No, no había sido eso. 

Había sonreído, tenía los ojos brillantes y arrugas alrededor de ellos.

El espejo le había devuelto una sonrisa a un rostro aterrado.

Salías menos. No quisiste ir a la fiesta de Miguel por el gran espejo que había en la sala. Rechazaste salir con Carmen, como hacían cada dos semanas, porque en la barra del bar había otro. Faltaste a la comida de fin de año de la empresa, porque la entrada del restaurante era de cristal reflejante.

Fue por ese entonces que Carmen te sacó casi a rastras de tu departamento. Era obvio que había notado los espejos cubiertos con trapos sucios, pero no dijo nada, algo que agradeciste. No preguntaste a dónde irían, sólo la seguiste y confiaste en ella. No era un gran plan, irían al cine y luego a comer algo, al final te llevaría a casa de tus padres; pronto comenzarían las fiestas y tu madre quería tenerte cerca, porque algo no andaba bien contigo.

No era mala idea.

Fue algo acertado, las cosas mejoraron a partir de ese momento. Al parecer, Carmen les había comentado de los espejos, así que tus padres habían quitado todos los de la casa, con excepción del que estaba en su habitación. Poco a poco, dejaste de preocuparte por el ente, y aunque a veces lo veías en una vitrina o en alguna superficie por accidente, parecía haber desaparecido. Había vuelto a ser la imagen normal e inofensiva que todos veían de sí mismos.

Cuando empezó el nuevo año, seguías sin soportar los espejos, pero ya no te daba miedo verte en el vidrio de la mesa o en los aparadores al caminar. Estabas segura que nunca volverían a gustarte y no sabías si algún día volverías a colocar uno en tu casa.

Cada día eras más tolerante a tu propio reflejo y para mediados de junio, justo para tu cumpleaños, decidiste comprar un nuevo espejo. Uno mediado, barato, con marco de madera, que iba a ir justo en tu baño. Creías que cuando pudieras tener uno en casa y mirarte en él sin temor, toda fobia quedaría en el pasado.

Comprarlo fue la parte sencilla. Llevarlo a casa fue un poco más complicado, pero nada que no pudieras superar. Entrar con él, aún en su caja, al baño fue difícil. Pero intentar sacarlo y colgarlo… Trataste, observaste la caja por varios minutos, tan inocente, recargada a un lado del lavamanos, esperando ser abierta. Caminaste por el baño, te pasaste las manos por el cabello varias veces y la miraste por enésima vez.

No estabas lista. El haberlo comprado y llevado a tu hogar debía ser suficiente por ahora, colgarlo todavía iba más allá de lo que podías soportar.

Te sentiste tentada a sacarlo del baño y ponerlo en un rincón alejado, pero sabías que si lo hacías no juntarías el valor para intentar de nuevo.

La caja se quedó en el baño más tiempo del que te hubiera gustado. Pasó el verano y por fin, una mañana de septiembre, la viste arrumbada, llena de polvo, y sin pensarlo demasiado sacaste el espejo y lo colgaste. 

Fue la primera vez que te veías en casi un año. Por poco no te reconociste a ti misma. Habías perdido peso, y aunque las ojeras del año pasado habían desaparecido, el brillo seguía sin volver a tus ojos. Te miraste de frente por varios minutos y luego giraste la cabeza, te viste de un lado y después de otro. En verdad habías cambiado.

Sentiste ganas de reír de ti misma, los espejos eran inofensivos y los reflejos no le sonreían a caras asustadas. Todo era ridículo.

Fue así como tu vida volvió a la normalidad. Al arreglo rápido por las mañanas, el retocar tu labial en la oficina y quitar el vapor de cuando te bañabas del espejo. 

Una mañana, mientras te secabas después de bañarte, te miraste en el cristal empañado y lo que viste fue tu semblante deformado. Como era tu costumbre, limpiaste el vapor con tu mano, pero no cambió.

Era tu rostro, plano, sin nariz ni labios. Intentaste gritar, pero tu voz se ahogó en una boca que nunca se pudo abrir. Cerraste los ojos, presionaste tus manos contra ellos, esperando que la imagen fuera sólo un juego de tu mente y que cambiara cuando volvieras a verla. 

Y cambió.

Te sonreía. Tenía esa sonrisa radiante de tu adolescencia, el brillo en los ojos que nunca recuperaste y la piel libre de arrugas. 

Con una mano tocaste el cristal y con la otra tu cara. No había sonrisa, porque no habían labios. No podías respirar, no había nariz. Todos tus rasgos habían desaparecido. No había nada.
g: fantasía

[Microcuento] Los amantes

15:58
La leyenda decía que pasarían años alejados el uno del otro. Sus espíritus se volverían piedra y el tiempo los haría polvo. Pasarían siglos sin verse, con sólo un recuerdo distante y la certeza de una profecía que aún estaba por cumplirse. Así debía ser para que al final los trágicos amantes estuvieran juntos. Lo que ninguna leyenda ni profecía llegó a considerar fue la volatilidad del corazón; cientos de años hacían imposible asegurar que todavía se amaran.



Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de abril.



g: fantasía

[Microcuento] Errante

19:08
Viaja en el interior de lo que le gusta describir como un río de luz. No puede evitar preguntarse si será pronto, o si tardará otra eternidad, en alcanzar la órbita del planeta en el que vive el humano cuya presencia no deja sentir y sin embargo, por más que trata, su rostro permanece en la oscuridad. A veces piensa que es un recuerdo olvidado, otras veces está segura de que lo ignora. Después de todo, el tiempo siempre fluirá diferente para una estrella fugaz.



Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de marzo.



t: divagaciones

[Divagaciones] Apología sobre el cigarro

14:01
Fotografía de Aleksandr Munaev

Hay tantas razones para no fumar como para fumar. Fumar es malo, es lo que no paramos de escuchar. Fumar daña la salud. Fumar es una adicción. Pero fumar es mucho más que eso.

En un contexto en donde fumar ya no se ve bien, se convierte en un acto de rebeldía. ¿Por qué se fuma si se sabe que es malo? Es la gran pregunta y tiene tantas respuestas como fumadores. Fumar es algo que alguien que no haya sido un adicto no entendería completamente. No hay manera de explicar la forma en la que se convierte en un ritual, no sólo el dar una calada, soltar el humo y perder los pensamientos en él; el ritual comienza desde la elección del momento. Porque siempre hay un momento indicado para fumar. Y entonces, sacas el cigarro y lo pasas entre tus dedos, saboreando el amargor aún antes de ponerlo en tus labios y esperando a que el tiempo para hacerlo llegue. Cuando por fin está en tu boca, tomas el encendedor y anticipas la primera calada, la primera exhalación y el humo. Sobre todo el humo y el fuego. Escuchas el papel del cigarro quemarse, ves el filtro manchado de labial y fumas. Fumas para perderte, para extinguirte con el humo una y otra vez.

Fumar es malo, sí, pero también es delicioso.

Y siempre, siempre hay una razón para fumar. Puede no conocerse la razón primordial para la futilidad de los intentos de deshacerse de este hábito, pero cuando se conoce, y se comprende, es cuando uno puede recobrar el control. ¿Mi razón? Era una muy sencilla, tenía que demostrar que pese a mi cara, no era una niña buena. No soy alguien ni tan agradable ni buena como a la gente le gusta creer y la mejor manera de mostrarlo era fumando. Era haciendo un acto transgresor públicamente y disfrutarlo. Era fumar sabiendo que eso me hacía daño y que incluso con ese conocimiento elegía hacerlo. Elegía una pequeña autodestrucción y estaba consciente de eso.

No siempre fue así. Cuando tenía dieciséis y aprendí a fumar, no me gustó y si lo hice fue sólo porque tenía que probarlo, porque no quería llegar a vieja sin haber probado muchas cosas.

No volví a fumar sino hasta dos años después, cuando entré a la universidad. Mi dependencia a él fue creciendo paulatinamente. Al principio, fumaba sólo cuando estaba nerviosa o tenía sueño. Después si estaba muy enojada y pronto cuando estaba exaltada. Tenía que fumar para calmarme. Fumar y estar un tiempo a solas, sólo respirando, jalando y lanzando el humo, observarlo perderse frente a mí.

Fumar y sentir que lo que me molestaba se quemaba con el tabaco. 

Después de los momentos de necesidad, llegaron los momentos en los que quería fumar. Sólo por el placer de hacerlo, porque se sentía correcto, porque quería hacer una pausa y grabar lo que había a mi alrededor mientras fumaba. 

Se sentía bien y reforzar recuerdos con el sabor de tabaco era algo que quería.

Los cigarros compartidos y los regalados son otra historia. No era la soledad, el olvido o el recuerdo lo que se buscaba, era la comprensión. Porque compartir un cigarro es algo amistoso y combinar una plática con un par de ellos da un ritmo a la conversación y aporta silencios que de otra manera sería imposible.

Fumar también es llamar la atención, no es sólo por la cara de sorpresa que alguien pone cuando te ve fumar por primera vez, sino por los continuos regaños para que lo dejes, porque es malo para ti. 

Fumar es toda una experiencia. Y es esa experiencia la que uno intercambia por la salud o por minutos de vida. 

No, no vale la pena fumar desde el punto de vista de muchas personas, pero para quienes alguna vez hemos sido fumadores asiduos y disfrutamos de los diferentes sabores del tabaco, tiene todo el sentido del mundo.

Ya no fumo. Intenté varias veces dejarlo, con mayor éxito en cada intento, hasta que hoy simplemente ya no se me antoja. Pero entiendo a quienes fuman y sé por qué lo hacen, sé que es por esa razón particular de cada quien y también sé que cuando uno entiende ese por qué, puede decidir si dejarlo o no, porque ya no lo necesita y es cuestión de querer o no un cigarro.

Sin embargo, no voy a mentir, y a veces decido que quiero uno, ya sea porque es el momento o porque el estrés y la exaltación me ganan la partida. 

El cigarro es un acto de rebeldía o un refuerzo de la memoria. Gana amistades y regaños. Busca soledades y encuentra compañías. Llega a ser la calma necesaria y siempre tiene una razón detrás.

Y más allá de la nicotina, lo que puede ser la pieza clave de la adicción a fumar es la razón.

g: definiciones

[Microcuento] Definiciones

13:53



Amor caníbal: cuando no cocinan para ti, pero sí te cocinan a ti.

§ ¤ § ¤ § 

Alzheimer: recuerdos que se ahogan entre la arena.

§ ¤ § ¤ § 

Padecimiento de Lord Voldemort: desintegración paulatina de la nariz.

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