Dejé de hacer poemas, por temor al viento y su costumbre de arrancar las palabras y llevárselas con él. Comencé a pintar, dado que no podía escribir y arriesgarme a que un vendaval esparciera mis alucinaciones por el mundo. La pintura en cambio permanecería inmóvil, oculta si a así lo deseaba, y las visiones de monstruos y demonios estarían atrapadas por siempre en el lienzo. Fuera de mi cabeza y sin posibilidad de escapar.
Este relato participa en la iniciativa 5 líneas de mayo.
Foto por Patty